El día 13 de diciembre fui notificado por funcionarios
del Colegio de Profesionales de Ciencia Económicas que estaba denunciado por
ejercer tareas de contador sin tener título habilitante, iniciando una
investigación en consecuencia.
Pero esta no es la única acusación contra mi persona
recibida en los últimos tiempos.
El contador Rossano, desde su puesto en el Tribunal de
Cuentas, puso en duda mis quehaceres para el municipio a quien le facturo $
2.400,00 mensuales.
Mi relación “laboral” con las autoridades municipales
comienza cuando me encargan la confección de un cash flow para analizar la
factibilidad financiera de una obra pública. A continuación, me encomendaron la
atención de una Cooperativa de Trabajo y finalmente fui designado responsable
de la administración del bingo (control de ventas, cobranzas, conciliación de cuentas
y armado del sorteo).
Sobre el ítem organización del sorteo debo realizar un
comentario que terminará justificando ampliamente mi retribución municipal. En
las primeras ediciones del bingo se pagaban $ 24.000,00 por realizar el sorteo
del juego, ante este disparatado costo se resolvió conseguir un software y
encargarme la atención del sistema. Ahora bien, si los organizadores del bingo
hubieran seguido pagando el precio más arriba indicado, sin actualizar, y lo
dividiéramos por doce meses estaría prácticamente explicada mi fabulosa retribución
pública.
A veces el mejor criterio es el sentido común que en este
caso derrumbaría cualquier posibilidad que exista un ñoqui por tan irrelevante
precio o ausencia de algún concepto descriptivo, pero seguramente el celoso
contador afectado por problemas de su empresa familiar con la tesorería
municipal salió a cazar fantasmas para contrapesar su entredicho con noticias rimbombantes,
pero irrelevantes.
En mi prolongada vida política he sido un indiscutido
militante del control de las cuentas públicas aplicando criterios completamente
distintos a los del contador denunciante, siempre traté de profundizar la
investigación para lograr desarmar verdaderos entramados que afectaban
seriamente las arcas y transparencia de los recursos públicos sin detenerme a
pisar inofensivas hormigas.
Pero la actividad de los difamadores locales continuo su
marcha. Ahora realizando una denuncia que me imputa desempeñarme como contador “trucho”,
cuestionando mis actividades en el Instituto donde desarrollo trabajos
administrativos desde hace diez años, con un compromiso sustentado en tres
componentes que ningún investigador podrá disolver; una relación económica sub
valuada, motivo que nunca será motivo para abandonar mis servicios a la escuela;
una terapia inigualable para mi discapacidad y un sentimiento de pertenencia
alimentado por cuarenta años de estrecha relación con la institución, durante
los cuales vi a mi esposa alcanzar los beneficios de la jubilación y a mis tres
hijo formarse para hoy estar graduados como profesionales.
Lo cierto es que por el accionar de algún trasnochado
disfrazado de detective puso en duda mis antecedentes por facturar $ 5.750,00
(por todos mis trabajos) mensuales por tareas supervisadas y avaladas con la
firma de cualquiera de mis dos hijas contadoras públicas matriculadas en el
mismo colegio que me acusa solamente dando crédito a una denuncia absurda
efectuada por un/a cobarde protegido/a por el anonimato y un falso testimonio.
Durante los cuarenta años de vida pública en esta
localidad he cometido muchos errores y los he pagado, en parte con mi salud y
con mi permanente disposición para ser investigado por la justicia pero
pareciera que los planetas se han vuelto a alinear para seguir insistiendo en
querer perjudicarme; en un momento fue el paladín de la justicia social quien
se empeño en trabar una posibilidad concreta de incorporarme a una importante
empresa local, en otro fue el latiguillo de la sobre calificación para los
puestos que estaban disponibles, también he sufrido el maltrato burlón,
mentiroso y maleducado del otrora empresario dueño de la “fábrica” que me había
convocado y como si todo esto fuera poco algunos contadores gremialistas se
empecinan en acusarme de contador trucho y ñoqui del estado municipal.
Nada, ni nadie, podrá torcer mis convicciones en favor
del trabajo comunitario que me permite capitalizar día tras día el invaluable agradecimiento
de quienes valoran mis esfuerzos.
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