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Un pedido a los Kichner

El mundo transita días marcados por la asunción del nuevo presidente de los Estados Unidos Barack Obama, “obamamanía” de la que no está exento el pueblo argentino y por ende nuestra Presidenta.
La primera dignataria en sus reiteradas apariciones públicas, en la nueva escenografía elegida los jardines de la quinta de Olivos, y siempre rodeada por su incondicional claque, anuncia medidas que atenuarían, en nuestro país, los efectos de la crisis mundial, no perdiendo la oportunidad de recordarnos que no necesitamos un plan B. Es cierto, no necesitamos un plan B necesitamos un plan, sin importar la designación alfabética.
En alguna de esas insólitas puestas en escena aprovechó para mostrar su beneplácito al considerar que los principios rectores de la futura gestión del nuevo presidente de Norteamérica, manifestados en su discurso de asunción, son equiparables a los ejecutados por su desgarbado, terminología usada por la señora presidenta, marido presidente, del 2003 a la fecha.
Sostuvo Obama, el pasado 20 de Enero, “Construiremos carreteras y puentes…” y esta frase es la que colmo la autoestima de nuestra mandataria ya que la asemejó con el anuncio efectuado; por segunda, tercera o cuarta vez; con el de la construcción de viviendas tan promocionadas bajo nombres rutilantes. Nota: rueguen, los adjudicatarios, que sean construidas antes de las próximas elecciones.
Pero nada dijo nuestra presidenta respecto a que la frase de su modelo “yankee” se completa con otras necesidades por construir: “redes eléctricas, que pondrá las ciencias en el lugar que corresponde, que se aprovechará la tecnología para aumentar la calidad de la salud. Que se trabajará en energías alternativas y que se transformarán las escuelas y universidades para adecuarlas a la nueva era”.
Los argentinos estamos pendientes de los picos climáticos para gozar de estabilidad energética, además la poca energía que se produce depende de los carísimos combustibles bolivarianos y bolivianos. Por nuestras ciencias lo único que se hizo fue crear un pomposo y vacío ministerio, que lejos está de ponerlas en el lugar que corresponde. Lejos estamos, rescatando como siempre los recursos humanos, de aprovechar la tecnología para aumentar la calidad de la salud de pública, sería suficiente atender las demandas imperiosas de los castigados, más que nunca, pacientes. En energías alternativas nada, pero nada, se ha hecho, solo aprovechar el tema demagógicamente, utilizando para ello diversos espacios, como ser el de las escuelas. La educación funciona gracias a maestros con vocación y a cooperadoras de padres que asisten a las escuelas materialmente, de lo demás basta con informarse de los últimos rankings internacionales, como el de la UNESCO, para observar los lastimosos resultados logrados. Las universidades, por desidia y por defender ideológicamente sistemas perimidos, donde los pobres subsidian los estudios a los ricos, logramos que nuestros hijos sean atendidos por profesores pésimamente remunerados y escuchen clases hacinados en aulas contraindicadas para el rendimiento intelectual.
Continuando con el intento de comparar la monarquía argentina, guiada por el príncipe fundador Néstor, con las manifestaciones de un líder mundial, leamos otro párrafo del discurso de investidura del afroamericano, dijo Obama “la pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si funciona -ya sea para ayudar a las familias a encontrar trabajos con un sueldo decente, cuidados que pueden pagar y una jubilación digna”.
En la Argentina Cristina (Kirchner), hereditaria del poder, mantiene los vergonzantes planes sociales en $ 150.00 mensual, que se inscriben en un plan electoral denigrante, creando una fábrica de pobres muy útil. Continuando con las conquistas que supimos conseguir, el 40% de los asalariados argentinos se encuentran dentro de un sistema laboral irregular (en negro) y obviamente sin coberturas de ningún tipo, sobre todo en salud. Por último, el haber de la jubilación mínima, que cobran 3.000.000 de argentinos, que se pretende sea digna, se encuentra un 70% por debajo de la línea de pobreza. Resulta claro, al leer su discurso, que ninguna de estas son las metas soñadas por el recientemente asumido presidente demócrata.
No me imagino a ningún presidente de los Estados Unidos vendiendo cocinas, calefones o termotanques, pero si me los imagino coincidir con la siguiente apreciación del flamante presidente: “Y a los que manejamos el dinero público se nos pedirán cuentas para gastar con sabiduría, cambiar los malos hábitos y hacer nuestro trabajo a la luz del día, porque sólo entonces podremos restablecer la confianza vital entre un pueblo y su gobierno”.
Debe resultar difícil encontrar un sistema tributario más agresivo que el argentino; por pagar con cheques, hasta Noviembre 2008, el gobierno lleva recaudados, por un impuesto “transitorio para siempre”, $ 20.000 millones, en el mismo período grava a los productores que exportan (retenciones) con 37.000 millones. No obstante el problema principal radica en que los recursos se derrochan. Se malgastan en una burocracia intolerable, en una corrupción legalizada por los propios argentinos con la siguiente sentencia lacerante: “en todos lados pasa lo mismo”. Espero, por lo menos, que coincidan con que el dinero público se maneja sin ninguna sabiduría. No hay espacio para pensar que se cambiarán los hábitos, la troika gobernante argentina realiza su trabajo a la luz, pero no del día, sino en la luminosidad de Olivos, donde sus ocupantes resuelven el destino de las aproximadas dos mil municipalidades repartidas en nuestra geografía con criterios de obediencia incondicional y por magnitud electoral. Con todos estos fundamentos, económicos y con la falta de transparencia, han conseguido reafirmar que cuatro millones de compatriotas estén por debajo de la línea marcada por las necesidades básicas.
Otra frase que nos ayudará a comparar principios y que producirá envidia, en todos quienes creemos en una democracia llena, sin reducciones a prácticas eventuales; dijo Obama “Nuestros desafíos podrán ser nuevos. Las herramientas con que les hacemos frente podrán ser nuevas. Pero esos valores sobre los que depende nuestro éxito - el trabajo duro y la honestidad, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo - esas cosas son viejas.”
Todos estos valores enumerados y necesarios para obtener el éxito, según Obama, se ven en nuestra Patria trocados por el diálogo inexistente, el culto a la obsecuencia, el autoritarismo y la altivez desmedida.
No pretendo rotular, anticipadamente, de apoteótica la futura gestión del flamante presidente norteamericano, que tendrá que recorrer un camino plagado de dificultades, pero seguramente le sobrarán convicciones para no defraudar su juramento.
Mientras a los Kichner les hace falta una dosis de humildad para mitigar dolencias democráticas y republicanas enquistadas peligrosamente, seria interesante que revisen con detenimiento el total de las palabras e imiten los viejos valores sugeridos por el presidente con raíces africanas.

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