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El mal de todos los males


Hace treinta años me enamoré de un proyecto político que proponía, entre otras cosas,
la igualdad de oportunidades, que se debía terminar con los privilegios, luchar contra la
corrupción y limitar el gasto público si queríamos vivir en una verdadera república que
priorizará a los más necesitados.
A pesar de la profunda decepción sufrida sigo convencido que todos los males de la
Argentina empiezan en el gasto público, sin un criterio sano para fijar las prioridades,
tan así es mi convencimiento que cuando me tocó actuar como concejal mis análisis
siempre comenzaban por definir la necesidad del gasto que íbamos a autorizar.
Todos los gobiernos argentinos resultan insaciables para gastar sin distinguir entre
inversiones o gasto corriente (sueldos, servicios, bienes consumo) sin siquiera
comprender que la estrategia de cómo se debe gastar es idéntica a la de una casa de
familia donde es recomendable gastar menos de lo que entra, salvo que esté dispuesto
a que lo ejecuten judicialmente.
Aunque suene increíble, en 2002 el gasto público era de $ 77.000 millones y hoy, a 13
años de iniciada la década ganada, es 30 veces más grande: $ 2.300.000 millones; sí, $
2,3 billones de los nuestros, o sea, el número 2,3 y 11 ceros.
“Los $ 2.300.000 millones de gasto público se componen de: $ 900.000 millones en
salarios de empleados públicos; $ 400.000 millones en jubilaciones; $ 350.000 millones
en subsidios (de los que $ 100.000 millones son subsidios sociales y $ 250.000 millones
son subsidios económicos dentro de los que están parte de las transferencias del Tesoro
para financiar el déficit de las empresas públicas); $ 200.000 millones en bienes y
servicios; $ 200.000 millones en obra pública; $ 100.000 en intereses de la deuda
pública, y otros gastos por $ 150.000 millones”. i
“Dado que la recaudación de impuestos ronda $ 1.900.000 millones, el déficit fiscal es
de $ 400.000 millones …” ii La práctica argentina de sacarle ceros a la moneda ha
generado que no haya precios de referencia ¿cuánto son cuatrocientos mil millones?
¿qué se compra con esa plata? Los profesionales en la materia económica lo miden
como porcentaje de todo los bienes y servicios que se producen en el país (8,2% del PBI)
pero este dato para el común de la gente sigue siendo un dato abstracto. Quizá si lo
medimos en viviendas sería un número más perceptible diciendo que se podrían
construir 1.300.000 casas. Cifra escandalosa para un país con 12 millones de pobres.
Por todo esto la situación es muy grave. Los impuestos y tasas no resisten ser
incrementados porque su magnitud alcanza niveles inauditos y ubica al país batiendo
records mundiales de presión impositiva. El Banco Central de la República Argentina está
prácticamente vacío. A la Argentina no le fían un peso por que demostrado a través de
su historia ser un incobrable serial y si acudimos a la maquinita de fabricar planta los
compatriotas, con algunos años, sabemos que con esta alternativa terminamos en una
inflación galopante a pesar de que hubo funcionarios irresponsables que veían en esta
alternativa de financiamiento como la salvación de todos los males a quienes habría que
otorgarles el Nobel de economía porque si fabricar alegremente plata fuera una cosa
inocua habrían descubierto la fórmula para desde la Argentina terminar con todos los
azotes que sufre el planeta.
Ante esta situación sería bueno que todos los funcionarios públicos del país con alguna
responsabilidad ejecutiva comiencen a realizar el ajuste porque si no la racionalidad
económica la va a aplicar la realidad.
i José Luis Espert
ii ídem

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