UN CONFLICTO CON SOLUCION
Estoy próximo a cumplir treinta años conviviendo con esta sociedad y nunca hasta ahora, salvo por algún feriado mal coordinado, he visto las bolsas de basura en sus lugares habituales por tres días y reconozcamos que no estamos habituados a ver este paisaje.
Últimamente el gremio de lo empleados municipales nos han acostumbrado al bullicio de los petardos en reclamo de mejores salarios carcomidos por ese flagelo que no quisiéramos volver a padecer: la inflación.
Pero esta vez, no es por plata, reclaman por el derecho de encontrarse amparados por un estatuto el que determina derechos y deberes, el que puede ser opinable en su contenido, pero nunca prolongar su tratamiento en forma indefinida.
Dado mi histórico compromiso con la cosa pública siento la obligación de hacerles conocer porque creo que el empleado municipal se encuentra desbordado en su paciencia. En mi primera actuación como concejal, período 1987-1991, el estatuto del empleado municipal ya fue motivo de debate y cuya solución siempre fue postergada por el oficialismo de turno o sea que es justo reconocer que esta demanda tiene una antigüedad de veinte largos años.
Al alcanzar mi segundo turno como concejal, año 2004, el tema volvió a instalarse en la mesa de la deliberación y en esa oportunidad se acordó integrar un grupo de trabajo con un concejal de cada bloque, un integrante del gremio y un representante del DEM, quien debía convocar a acercar posiciones, esto nunca sucedió.
Otras instancias posteriores como la de contratar un abogado laboralista, un contra proyecto del Sr. Jorge Lipka que nunca vio la luz, no hicieron más que enardecer ánimos que están llevando muy lejos este conflicto, más allá de lo aconsejable.
No comprendo porque el Sr. Lipka, a quien todos aluden públicamente sin nombrarlo, tiene la potestad sobre un tema que está afectando a toda una comunidad que cuenta con herramientas ofrecidas por el sistema
Es el Concejo Deliberante, que todos votamos, quien en su plenitud debe tomar el asunto en sus manos y resolverlo en un marco institucional, con negociaciones marcadas por el diálogo y no por la omnipotencia de quien confirma tener un concepto patrimonial del poder.
Estoy próximo a cumplir treinta años conviviendo con esta sociedad y nunca hasta ahora, salvo por algún feriado mal coordinado, he visto las bolsas de basura en sus lugares habituales por tres días y reconozcamos que no estamos habituados a ver este paisaje.
Últimamente el gremio de lo empleados municipales nos han acostumbrado al bullicio de los petardos en reclamo de mejores salarios carcomidos por ese flagelo que no quisiéramos volver a padecer: la inflación.
Pero esta vez, no es por plata, reclaman por el derecho de encontrarse amparados por un estatuto el que determina derechos y deberes, el que puede ser opinable en su contenido, pero nunca prolongar su tratamiento en forma indefinida.
Dado mi histórico compromiso con la cosa pública siento la obligación de hacerles conocer porque creo que el empleado municipal se encuentra desbordado en su paciencia. En mi primera actuación como concejal, período 1987-1991, el estatuto del empleado municipal ya fue motivo de debate y cuya solución siempre fue postergada por el oficialismo de turno o sea que es justo reconocer que esta demanda tiene una antigüedad de veinte largos años.
Al alcanzar mi segundo turno como concejal, año 2004, el tema volvió a instalarse en la mesa de la deliberación y en esa oportunidad se acordó integrar un grupo de trabajo con un concejal de cada bloque, un integrante del gremio y un representante del DEM, quien debía convocar a acercar posiciones, esto nunca sucedió.
Otras instancias posteriores como la de contratar un abogado laboralista, un contra proyecto del Sr. Jorge Lipka que nunca vio la luz, no hicieron más que enardecer ánimos que están llevando muy lejos este conflicto, más allá de lo aconsejable.
No comprendo porque el Sr. Lipka, a quien todos aluden públicamente sin nombrarlo, tiene la potestad sobre un tema que está afectando a toda una comunidad que cuenta con herramientas ofrecidas por el sistema
Es el Concejo Deliberante, que todos votamos, quien en su plenitud debe tomar el asunto en sus manos y resolverlo en un marco institucional, con negociaciones marcadas por el diálogo y no por la omnipotencia de quien confirma tener un concepto patrimonial del poder.
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